Lo hemos conseguido!!! Después de diversas semanas de entrenamiento lo hemos logrado. Eso si, nos ha costado.
Si ya me cuesta dormir las noches antes de las carreras la noche de la triatlón aún más. Lo que no cambió es el despertarme unos 30 minutos antes de que suene el despertador gracias a los nervios. Me levanté, desayuné, me enfundé el mono de triatlón, cogí la bicicleta y me puse en marcha hacia el punto de reunión con mi amigo Roger.
Una vez llegados a los pies de las torres Mapfre vimos un gran ambiente. Dejamos nuestras mochilas en el guarda-ropa, depositamos las bicis en nuestros boxes y nos vamos a ver las salidas de los grupos de delante nuestro. A las 8:30 nos encontramos con la gente que venía a animarnos y nos sacamos alguna que otra foto. Nosotros decidimos darnos un remojón antes de la salida y nos dirigimos al box desde donde se iniciaba nuestra aventura. Nervios previos, aplausos, apretadas de manos y BAM!!! El árbitro da la salida de nuestro turno.
400 personas nos dirigimos a toda prisa por la arena hacia el agua del Mediterráneo. En un minuto empiezo a sentir como la adrenalina hace desaparecer el frío de mi cuerpo, algo a lo que las patadas y manotazos del resto de participantes también ayuda. Enfilamos el espigón y salimos a alta mar. Sin la protección de las rocas las olas son más grandes de lo que esperaba. Si no coordinas bien los movimientos tragas un montón de agua en cada respiración. Y por si fuera poco, nos acompañan durante todo el trayecto unas simpáticas medusas. Por suerte decidieron pasar de mi.
Tras 20 minutos clavados (precisamente mi objetivo) y adelantar nadando a unos 4 o 5 participantes del grupo anterior al mío, consigo alcanzar la arena y empezar a correr. Lo primero que veo es a Daphne, lo que me da una energía más que necesaria después de la prueba más dura de las tres y me ayuda a enfilar con más ganas la rampa de subida hacia los boxes.
La primera transición un poco lenta. Secarme un poco los pies, ponerme los calcetines, las bambas, el casco, las gafas, el dorsal, coger la bici y salir pitando de ahí. Aquí empieza un calvario que no tenía previsto. Definitivamente mi bicicleta es un desastre. Una mountain bike de Decathlon con 4 platos y 7 marchas que se agarra más al suelo que un niño a un caramelo. Con la bicicleta más lenta del mundo empiezo a pedalear los más de 20km de la siguiente prueba. Por el camino veo que me anima el hermano de mi amigo que me grita que no decaiga. Agradezco sus ánimos. Pero no son los únicos, hay un montón de gente desconocida que no deja de gritar mi nombre (escrito en el dorsal) y de sonreírme. El público no se imagina lo que se agradecen todos estos gestos.
No tengo ni idea del tiempo que ha pasado pero consigo terminar la prueba de ciclismo. Vuelvo a boxes y de nuevo transición. Dejo el casco, la bici y me pongo a correr. Esta es mi prueba. Desde el principio noto que este es mi fuerte y por si fuera poco, justo al salir de boxes allí están otra vez: Daphne, el hermano de mi amigo y su padre. Todos ellos animándome. No dejo de adelantar gente en ningún momento.
La carrera consta de 5km a lo largo del Passeig Marítim. No hay mejor paisaje para acabar una triatlón que el mar de fondo y el aire que sopla para refrescarnos. Al pasar el avituallamiento sé que me queda tan solo 1 kilómetro y medio, por lo que decido apretar el ritmo. Los gritos al enfilar la última recta de 100m antes de la meta son altíssimos. Gente chillando, animando y saltando. Mi nombre resuena entre ellos y me da mucha más fuerza para apretar hasta el límite…. Y por fin alcanzar la meta!!! Tiempo final: 1h 32min. Me ha costado pero lo he conseguido.
Después de la entrega de premios, la recuperación, los estiramientos y demás nos vamos a por nuestra recompensa. Hacemos un pequeño aperitivo para hacer tiempo y después nos vamos al Salamanca a meternos entre pecho y espalda una de las mejores fideuás que he comido nunca. Todo ello acompañado con gambas, mejillones, calamares a la romana, ensalada, aceitunas, pan con tomate, embutidos… Vamos, que comimos como reyes!!!
Aún así nos quedamos con una espinita clavada: hay que conseguir una buena bicicleta. Estoy seguro que eso me permitiría bajar como mínimo 10 minutos mi tiempo. Pero bueno, eso queda para próximas triatlones, porqué algo está claro: vendrán muchas, muchas, muchas más triatlones. Esto engancha.